Quizás por las casa vacías
se hace amor el silencio,
su huella oculta el eco
de labios que cantaron
los sueños y la vida.
La luz invadió las estancias.
Las risas
-flores rotas de infancia-
dejaron la fragancia
de un indeleble olvido,
y hasta el polvo cubrió
el incierto final
entre los muros.
Quizá, el mal,
ese dolor adánico
que alumbró
la mano desalmada
del hombre contra el hombre,
sangró en la herida
profunda de otro tiempo
con violencia antigua,
con apagados gritos
en su muerte de luz.
En las casas vacías
y en silencio.