Tan lejos el ayer
y la música dulce del otoño
muriéndose en la tarde.
Infancia como rosas
abiertas a los vientos
de aquel norte inclemente.
Infancia de silencios
con telones de niebla
y árboles fantasmales
en Navidades gélidas.
Tan lejos el ayer
y aquella casa de soledad herida,
escaso mobiliario y personajes muertos
en fotos desvaídas.
Hacia ti los dedos del recuerdo
destejiendo los lienzos del pasado,
sus juegos y miserias,
su cuerpo desmembrado
en los largos pasillos del olvido.
Hacia ti vieja casa de adobe y acogida,
al desarraigo impuesto
el suave dolor de la melancolía,
y este sabor a lágrima
en el viento que lleva mi palabra.