Plateadas,
rendidas en las manos que arrancan sus escamas de luz,
su tributo de muerte.
la sangre que resbala entre los dedos
y el agua que redime el último bautismo
de las pobres sardinas
que serán el final de la frugal comida del pescador a horas.
El día va acabando su festín de costumbre.
El último bocado es azul con estrellas.
Siempre la noche no es igual para todos,
a veces mata con un silencio frío
o recibe en sus brazos un corazón cansado
por siempre en abandono.