En la muerte de la gaviota
que tú enterraste junto a la playa
había
un salobre suspiro conformado,
un trozo de mar hecho vuelo
que volvía otra vez a encontrar
la profunda raíz de su imagen
besada por sí mismo.
Pensé, deseé
aquel licuarse silenciosamente azul
sobre un pecho amigo
retornando,
siempre retornando al amable
paisaje familiar para perpetuarse
como una ausencia, un espectro,
un contacto continuo.
No dije nada,
los ojos de gaviota ciegos,
ciegos como todo el mar
que bebieron locos de amor,
permanecían fijos
como esas manos tuyas,
arena, brisa, espuma.
Poemario inédito: Jarcia (1984)
Bonic!
ResponElimina¡Sugerente!
ResponElimina