Como un rito, cada año
sacaba del macuto
el tintero hecho añicos,
los pañuelos que madre
enviaba hacia el frente
heridos por las balas,
cicatrices y sangre,
señales de una guerra.
Mi padre y su memoria.
Ahora yo recuerdo
el silencio del miedo,
el inclemente frío,
la niebla que envolvía
el pueblo fantasmal
con mi asombro pequeño.
Como un rito
cada año volvían
el algodón en flor,
el almendro cuajado de esperanza,
el pájaro olvidado
sobre el verdor del trigo,
las campanas al vuelo
en los días de fiesta,
los zapatos de estreno
mojados por la lluvia
y el humo invadiendo
todo un futuro incierto.
Volvía del olvido
a recordar con fuerza
la infancia que tuvimos.
¡Bonito poema!
ResponElimina¡Muchas gracias!
EliminaFelicitats!
ResponEliminaMoltes gràcies!!!
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