Y
las palabras se nos pierden,
se
van, como se van los pájaros
al
final del verano, tristes de costumbre,
y
la ciudad, sin darse cuenta,
dolida
de historias silenciosas,
va
escribiendo la vida de negro y amarillo.
Un
viento descuidado
desnuda
los geranios,
besa
un beso de amantes
en
el rincón discreto de los parques,
iza
velas surcando el espacio vacío
de
la oficina que olvidó cerrar una ventana,
y
se adentra en el túnel
acariciando
el alma de los trenes.
Y
las palabras se nos pierden
como
canto
como
música
como
risa
como
llanto
y
nos quedamos solos
esperando
un milagro,
una
mano que indique
el
paso del cometa que amamos en secreto
o
el temor vagabundo de una sangre ignorada.
Pero
vamos de paso, perdidos,
y
no hallamos el nombre con que nombrar las cosas.
¡Sugerente!
ResponElimina¡Muchas gracias!
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