Señor Don Quijote,
danos la fuerza,
el sueño de tu lanza en ristre
contra los dictadores
y su botín de sangre,
tú que hiciste del hombre
reflejo de la más bella luz
y oscuridad más triste.
Haz que tu brazo detenga
salarios esclavistas,
subidones de eléctricas,
poderes déspotas,
justicias injustas…
Ya veis, señor.
Poco ha cambiado:
la misma lucha,
los mismos derribados, aunque
quizá no esté todo perdido,
siempre que poseamos
algo de aquel milagro,
único y raro, llamado amor.
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