En el blanco escribías
los nombres, los lugares,
la luna plateando
las redes en Lárnaca,
los oros bizantinos
de un Trodos luminoso.
Vergina, los restos de Filipo,
limoneros en flor,
olivos centenarios,
y ese mar que no cesa.
Decías:
iré a otra tierra
con rumores de azúcar,
malecón de nostalgias,
sal, mojito, palmeras. Trinidad
el beso de la piel
al ardor de la noche
y un silencio de fuego
con Tinajani siempre
al fondo de los ojos.
Iré a otro mar
abrazaré a una diosa
que ofrecerá las rosas
de su jardín de hielo
y un viento de cuchillos
arañará los rostros, Punta Arenas,
Usuahia… No sabes si hay lugar
donde el frío posea
otro reino más grande.
La mirada no olvida
los ojos verde jade
de aquella maya pura
hecha de cobre y luz,
ni Atitlán y sus aguas
-alzado arcoíris
hacia aquellos volcanes
abrazados de viento-,
ni el vuelo de colibrí y Quetzal
ni la ceiba, los glifos, su silencio,
Copán,
pirámides, acrópolis, plazas, templos,
aromas de canela,
pimienta, chicleros
invadiéndolo todo,
un tiempo destruido
en el rostro de un dios
piedra, polvo, olvido.
Como aquellas ruinas
de lo que un día fue
el centro colonial
de un imperio perdido
Antigua
velando el Fuego
un volcán con ropaje esmeralda
y un sueño entre ruinas
de los hombres que aguardan
en su pasar de luces y penumbra
algo hermoso en su vida.
Iré a otra tierra
donde el día
es un parto de luz
que incendia el Machu Picchu
abriendo su corazón de piedra
a otro cielo distinto
donde el espíritu flota
en su humana envoltura.
Buscarás
más allá de océano
que la garúa ciega,
el Yamuna que besa
a un Taj Mahal
prisionero de amor,
amado en las miradas
que indagan la respuesta
en el silencio
del mármol y las rosas.
Del templo del amor
a otro Templo del Cielo,
su blanca desnudez
que la nieve cubrió,
sus oros, sus azules,
sus columnas cual flechas,
los jardines de lotos,
bambúes y sabinas,
que en su quietud
contemplan y acompañan
la muerte
de las últimas rosas del invierno.
Recordarás
la ruta de la seda,
el llanto de las madres
esculpido en la piedra,
Tashkent y su homenaje
a tantos hijos idos.
Más allá
un ocre que amuralla
con todo su fulgor
los palacios de Jiva,
mezquitas y madrazas
Ichan-Kala y el verdor
de la piedra que muere
en su dulce silencio.
No olvidarás Bujara,
con sus fuentes sagradas,
sus cúpulas, rivales en su azul
con azules de cénit.
Buscarás en la magia
que Samarcanda ofrece
las madrazas que encienden
una fiebre de vida,
unos labios dorados
que queman con su luz
los pasos de los hombres.
Percibirás la fuerza
de los que un día fueron
la gloria y su derrota
en los restos que hablan
en su mudez más bella,
sentirás en sus tumbas
el tiempo y la mirada
muriendo con el día.
Retornarás a Ítaca
con heridas de luna en los cabellos
y el polvo del camino
en tu hondura de ser
hecho vida en tu vida.
Bonic!!!!! Felicitats!!!!!
ResponEliminaMoltes gràcies!!!!!
EliminaQue maco! Enhorabona!
ResponEliminaMoltes gràcies!!!!!!
EliminaGenial! Felicitats!
ResponEliminaMoltes gràcies!!!!!!
Elimina¡Inspirador!
ResponElimina¡Muchas gracias!
EliminaMaco!
ResponEliminaMoltes gràcies!!!!!
Elimina