Como la brasa viva
de un hogar aldeano
donde yo enseñaba,
llevo vivo el recuerdo
de caminos de piedra,
de barrancos de plata
y casas desdentadas.
Siento el tibio calor
del ocaso otoñal
dorando el horizonte,
y llegan blandamente
sonidos de balidos
y silbos sin respuestas.
En la empinada cuesta
los hombres y las bestias
con el pan y la sal
retornan de las eras,
y el aire se les lleva
el sudor y los años
aventando promesas.
Ennegrece la tarde,
se avivan lo candiles
en el aceite virgen,
las viejas chimeneas
exhalan los alientos
de carnes vegetales
en holocausto eterno.
Como la brasa viva
de un hogar aldeano
donde yo enseñaba,
llevo vivo el recuerdo.
Revista Magisterio Español, 16-10-1978
¡Muy bonito!
ResponElimina¡Genial!
ResponEliminaMagnífica poesía de maestra rural
ResponEliminaBonic!
ResponEliminagracias
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