Llueve,
he calado las botas
sobre mi espacio humano,
los mismos gestos
desde hace mucho tiempo
en el mismo lugar
-pasillo estrecho de piso antiguo-
donde llegaste un día
con el viento marcero
jugando con tus cabellos,
y la hogaza en las manos
de tu primer sudor
reventando de luz.
Dijiste
¡que no nos falte nunca
el pan y la palabra!
Se llenó el corredor
de múltiples migajas,
ascendían,
se posaban en las lámparas,
cubrían las mesas.
De todos los rincones
se estiraban manteles,
estallaba la estancia
de bocas azuladas
y cristales vacíos
ardiendo de murmullos.
Así era tu fuerza.
Por eso,
ahora que enflaquezco de sonidos
y griseo de esperanza,
saldré a buscar verbo y calor
golpeando los muros
de los cuerpos mojados.
Festa de la Poesia de Terrassa (1983)
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