II
Otra vez frente a frente
tu verdad, mi verdad
y el silencio de Dios.
En estos días lentos
doloridos y solos, intento
comprender la tristeza ovillada
de este sueño imposible
que despertó en añicos.
¿Por qué temo la noche
desde hace tanto tiempo?...
Qué alivio fuera ahora
tu calor en mis labios
trastocándolo todo,
qué bálsamo a mi alma
dolida de tu ausencia
pasear de la mano
nuestras sombras al día, donde
en vano creímos tener
siempre la luz, de una sola mirada.
Miro los olivares, con ese llanto
gris que la tierra recoge
como madre insaciable,
del útero infinito; allí
donde tú esperas, caravanas
de estrellas sacian su sed
de lágrimas, y huyen aterradas
cuando el alba sonríe
en los amaneceres.
Escrito en 1990
Un poema molt bonic!
ResponEliminaEn un día de lluvia como hoy, leer este poema es una fuente de placer. ¡Felicidades!
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