Ante un erial
la estéril palabra barbotea
una extraña canción, preconcebida
en la enjuta entraña del viento,
la boca estriada,
bárbaramente abandonada,
se enfrenta a la luz
con su amarga neblina de sombras
y empieza así la andadura,
hacia promesas intuidas
más allá -de los límites intrínsecos-,
donde otras sombras dulcifiquen
la hambrienta soledad de la esperanza.
¡Comed!, ¡bebed!
No es extraña la tierra
que adormece el chasquido de la sangre
en los buches repletos,
aunque vuestras placentas
quedasen empaladas en diferentes éteres
comenzando a morir.
¡Encelad vuestra piel!
No temáis el brote de la aljuma
al borde de los labios,
ni el temblor de las manos
de amor deshidratadas,
tomad a gritos o en silencio
todo el amor que os quepa
en vuestro hermoso miedo,
porque luego vendrá
tras esa dulce incógnita
una real ausencia
impalpable
sentida e impotente
que os nublará los ojos
sin ojos de la muerte.
. . .
ME CALZARON LA VIDA
sin saber de andaduras
¡Cómo duelen estos zapatos!
...
SOBRE LOS TEJADOS
duerme la luz,
un gato abandonado
le araña el rostro.
Bonic poema!
ResponEliminaGenial!
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