dissabte, 1 de febrer del 2020

Para después de ser


Tu cuerpo se tornaba viejo de amor y,
al desnudarlo, un silencio de tierra
moría en los labios del otro.
Por eso huías.
En el nido, aún tibio,
la verdad no existía,
buscaba espacios
donde saciar su sed de tiempo,
su mentira de sangre.
De súbito,
te sentiste cumplida.
Sin lugar para el odio,
resistías el último fulgor
en la sombra marchita.
Temblaban las raíces de piedra
en tu entraña rebelde
-los hijos del abrazo se perdieron
por los huecos del alma
por el dolor de la distancia-
y las rosas
encendían su color de tristeza
sobre el profundo surco de tu vida.

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