Y es que no era tiempo de caricias
sino de madurar privaciones impuestas,
pequeños desahogos y amalgamarlo todo
con la risa y el llanto y el gorrión
y el verdear rabioso del trigo detenido.
Después
seguir inventariando sombras,
descubriendo la vida
y el ahogado grito del sexo entre la noche
para no ser feliz, para intentarlo,
para dejar de serlo sólo con la mirada
y tragar por los ojos la ilusión en precario
de la mano en la mano.
En los largos veranos, Machado, La Isla del Tesoro,
llenaban de emociones y carrusel de fiesta
la tarde y su letargo;
el campo crepitaba salvajemente amado,
se tronchaban espigas desangrando amapolas,
la mies olía a cuerpo
a sexo fermentado
a levadura agraz
a hombres como panes
a vida chorreando por esquinas de viento
y seguíamos mirando
deglutiendo las horas y grabando
en la piel el fuego candeal,
hasta quedar varados
bajo un mar de negrura
con faros infinitos que nos hacían
guiños de sueños insaciables.
Así despuntaban las flores como senos
abríanse los labios como flores
y un vendaval sonoro
rompiendo la envoltura del tatuaje
partía los cipreses trasnochados,
los cerezos vacíos
El dulzor incipiente del ciruelo
como un torrente que acaricia la tierra
y arrastra tras de sí
violetas y rosas antes de ser amadas,
antes de ser del todo expresión poseída.
Paraules violeta (1995)
Genial!!!
ResponEliminaMaco!
ResponElimina¡Bonito!
ResponEliminaSensible!
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